LOS MITOS DE LA HOMOFOBIA, TRANSFOBIA Y BIFOBIA
Quizá
algunos no lo saben, pero cada 17 de mayo el medio progresista e igualitarista
celebra el “Día Internacional contra la Homofobia, la Transfobia y la Bifobia”,
y lo hacen para conmemorar la eliminación de la homosexualidad de la lista de
enfermedades mentales por parte de la Asamblea General de la Organización
Mundial de la Salud (OMS) por votación ajustadamente mayoritaria. Hecho que me
hizo recordar que hace unas semanas un peruano transexual que participó en la
última edición de la Cumbre de las Américas realizado en Lima, acusó al Estado
peruano de “transfóbico” por no haber aceptado en primera instancia con
consignarle su nombre ideal (distinto al DNI) en su credencial, y después de
tanta insistencia, por habérselo puesto entre comillas. Sin duda una mala
práctica ya conocida y muchas veces utilizada contra todos aquellos que se
muestren contrarios al matrimonio homosexual, y así con todas las demandas de
la agenda LGTB.
Lo que
debemos de tener en cuenta es que se suele utilizar el sufijo (fobia) para
describir todo rechazo o temor hacia un grupo de personas que comparten una
determinada inclinación o preferencia sexual, condición o cualquier otra
característica.
Entonces,
si es la simple manifestación de un temor o rechazo, lo que nos facultaría el
atribuir el padecimiento de una fobia a una persona, podemos alegar con toda
razón que también existe la suegrafobia, la obesifobia, la indigenofobia, la
negrofobia, etc. etc.
¿Parece
absurdo? Pues sí. La única forma valedera de poder atribuir el padecimiento de
una fobia a una persona, es que ésta se encuentre registrada en el catálogo de
fobias de los manuales de trastornos mentales de la Organización Mundial de la
Salud – OMS.
La CIE
-10[1] cataloga a las fobias dentro de la “sección F40 Trastornos de ansiedad
fóbica”, lo que supone la existencia de un miedo deshabilitante aparentemente
consciente acompañado de un alto componente ansioso, lo que puede conllevar, en
algunos casos, a un ataque de pánico [2]. Lo cierto es que, no vamos a
encontrar en dicha sección, ni a la homofobia, ni a la transfobia, ni a la
bifobia y mucho menos a la homolesbotransfobia.
Ahora
bien, quienes defienden la legitimidad de estos términos, en última instancia
aducen que se trata de las denominadas fobias no patológicas; término utilizado
para describir a las diversas manifestaciones de prejuicio, discriminación u
odio de una persona o grupo de personas sobre otras. Sin embargo, lo único que
consiguen con ello es ampliar caprichosamente la mala utilización del término
fobia para derivar adjetivos denigrantes con la única intención de estigmatizar
y desacreditar a quienes sostienen posturas contrarias a la propagada por
grupos beligerantes LGTB.
Si
bien no toda percepción disidente puede ni debe ser considerada una fobia (ya
que algunas de ellas son el resultado de creencias sociopolíticas, como sucede
con la discriminación por clase social), mucho menos debe ser considerada como
homofobia al hecho de manifestar una opinión disidente, en el pleno ejercicio
legítimo a la libertad de expresión y conciencia, contra la agenda LGTB. Así,
quienes se oponen objetivamente al matrimonio homosexual con la subsecuente
adopción de menores, no lo hacen en base a un prejuicio, odio, temor o
animadversión hacia estas personas, sino que dicha oposición se funda en
innumerables razones de orden etimológico, fisiológico, psicológico, legal,
cultural, etc. que merecen toda la atención y que deben ser debatidas si se
quiere, pero que jamás deben ser amordazadas bajo el rótulo de discurso
homofóbico, transfóbico o cualquier otra etiqueta imaginaria.
Así,
por ejemplo, afirmar que los niños tienen pene y las niñas vulva, en contra de
quienes sostienen que el sexo no define el género de un individuo, no puede ser
considerado un discurso transfóbico; puesto que afirmar lo primero, obedece a
un conocimiento empírico y científico, y lo segundo, a un postulado sociológico
para tratar de sostener una cosmovisión particular de la sexualidad humana. Así
también, afirmar que el matrimonio solo puede ser conformado por un hombre y
una mujer por la potencialidad de ambos de procrear a los nuevos ciudadanos,
mas no así el conformado por una pareja homosexual, ya que por las
circunstancias inherentes jamás habría procreación, no puede ser considerado
como un discurso homofóbico, puesto que dicha afirmación se funda sobre
conocimientos científicos, legales y culturales. Y así podríamos enumerar
fácilmente una gran cantidad de ejemplos que sirven para confrontar a aquellos
que aseveran de forma astuta y maliciosa que toda oposición a la agenda LGTB
deviene de una manifestación de rechazo, temor y odio hacia ellos como
personas.
Por
esa razón, si se le considera homofóbico(a) por manifestar su opinión en contra
de las demandas de la población LGTB, no se preocupe en explicar que Usted no
lo es, mal haría de tratar de zafarse de él, porque ese término es un adjetivo
inventado por su adversario. Preocúpese en emplear el tiempo en fundamentar
mejor su posición.
[1]
Clasificación Internacional de las Enfermedades y Trastornos relacionados con
la Salud Mental realizada por la OMS.
[2]
https://www.clinicadam.com/salud/5/000956.html
Publicado en: https://conapfam.pe/2018/05/17/los-mitos-de-la-homofobia-transfobia-y-bifobia/
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